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José Óscar López

Las rosas que en sus pechos dibujan mis cuchillos

Las rosas que en sus pechos dibujan mis cuchillos

con amor infinito y música de Strauss.

Las copas que a diario amanecen vacías, desoladas,

con rastros de carmín y colillas flotando

en su poso palúdico y enfermo

por las noches pasadas junto al fuego

de la fiebre, las risas y el champán,

junto a dados, ligueros y pantallas de plasma

en hoteles de nombres que nunca se repiten,

ignorando el formol de las mañanas

que apesta las huidas, el regreso infinito

al casillero de salida:

                                        los dados vuelven a bailar

pero solo en mi mano.

 

Pues lo dijo Jalil Gibrán, que las nubes del alma

dejan  ver  las  estrellas,  me  asomo  cada  tarde  al frigorífico

donde esperan sus cuerpos vencer de alguna forma.

 

Entre la helada bruma.

 

Bajo los plásticos,

brillando.

 

 

 

 

 

 

 

¡Regresa al corazón! Es sede más fiable

donde ella agita su tenaz metamorfosis

Goethe

 

 

Pues se me dio a escoger entre la vida

y la muerte, elegí la vida.

 

La elijo a cada instante, la aprieto entre mis manos

para sentir la sangre que hace tiempo

dejó de circular

en ellas,

en mis manos.

 

El tiempo que el latido

tarda en cesar,

yo vivo.

 

Al ritmo de la sangre de mi víctima

laten mis manos y mi corazón.

 

Porque elegí la vida.

 

Vigilia del asesino (Celesta, Madrid, 2014) es un largo poema dividido en veintiún movimientos. Letanía insomne y alucinada, road movie en verso, relata la huida sin fin de alguien. ¿Es un asesino? ¿De qué huye, en realidad? Ciudades monstruosas, habitadas por hombres y mujeres fantasmagóricos, son las escalas que el protagonista hace en un camino que no se detiene nunca; le devuelven, como en un espejo, una imagen monstruosa y fantasmal, fragmentada y multiforme, de sí mismo.

Vigilia del asesino constituye un rosario desbordado de imágenes que se suceden como en una borracha epifanía.

Ofrecemos aquí dos poemas del duodécimo movimiento, “Reses del paraíso”.

 

Diego Sánchez Aguilar

 

de la lluvia      

          

La precisión barroca con que fue creada la lluvia.

La maestría inaccesible en su interpretación del silencio:

no se han visto dedos más ágiles, teclas más afinadas.

 

La ciudad vuelve a nacer, apaciguando el preludio.

Empieza el espectáculo en nuestras ventanas.

La ciudad, recién nacida, sueña. Nadie habla.

El sueño de la ciudad es un oído atento, una noche infinita,

llena de esquinas.

Se desliza el mundo sobre el concepto de la distancia,

Acaricia el arroyo los bordes de la pupila al descender hacia dentro.

En el fondo del pozo, el mundo hace un ruido de piedra lejana

 

La precisión fotográfica con que fue creada la lluvia.

La maestría inaccesible en su representación de la muerte:

No se ha visto una cámara más lenta, un travelin más largo y elegante.

 

Cerramos los ojos,

se desnuda el descenso,

el vértigo se hace conciencia.

Todo lo que ha de caer encuentra ahora su sitio porque nunca lo tuvo.

Y los hombres, nadie,

y las palabras, todos,

y estar aquí frente a la lluvia, yo;

nadie descansa.

La mirada se encoge y finge dormir bajo una manta cálida y húmeda.

 

La inteligencia con que el comienzo de la lluvia inventa y destruye el tiempo.

Antes no llovía, ahora llueve con una precisión terrible

y sin embargo bella más allá de las categorías estéticas.

Bajo esta música, el universo deja que soñemos la fotografía de la unidad.

El mundo es esto y es lo otro, es antes y ahora;

es el horizonte y lo que imaginamos detrás, lo nunca fotografiado.

Y la imagen del círculo se moja.

Y brilla.

 

 

 

 

El evangelio del doctor Frankenstein

 

Uno

La tormenta es el sistema nervioso

de la nada, del tiempo devorado

por su hermano gemelo,

entrevisto fugazmente en el territorio del relámpago.

                        dos

El rayo ha matado una oveja en el páramo:

una fotografía de dientes calcinados.

El rayo ha traído el fuego a dos árboles:

una película del tiempo acelerado.

El rayo ha alargado su dedo sobre el monstruo,

lo ha mirado como a un hijo,

ha suspirado largamente en todo el valle

al ver nacer  la criatura

dentro del tiempo de los hombres.

 

Desde la ventana de su torre,

el doctor frankenstein ve alejarse la tormenta,

murmurando una oración como la lluvia.

 

tres

venga a nosotros tu reino

venga a nosotros tu noche más larga

venga a nosotros la polilla y el fuego

que nadie hable ahora

que nadie escuche ahora

que el cielo se derrumbe sin estruendo

la tormenta ha pasado y el monstruo ha nacido

a imagen de nuestras cicatrices

a semejanza de nuestras vísceras enfermas

a imagen de nuestros pasos perdidos en la nieve

a semejanza de nuestra mirada ardiendo en la hoguera

que nadie mire ahora

que nadie salga de casa

viene a nosotros el reino

en este valle de lágrimas

en esta aldea de llantos de niños nacidos de madres enfermas

en estas casas de cocinas y sopas

en este valle rodeado de bosques y aullidos

en este valle asediado por cumbres

y el horror blanco de la nieve

y el invierno eterno de las cimas, el viento

que nadie duerma ahora

que nadie duerma

salvo los peces congelados en el río.

 

                        cuatro

el monstruo del doctor frankenstein no sabe hablar 

no hay palabras en la muerte

solo mugidos,

gargantas atragantadas de tierra.

 

cinco

Camina como un ciego.

Las sombras se abren ante sus brazos extendidos,

dejan pasar a un hermano.

No hay imágenes en la noche

solo un largo bosque,

la pesadilla del tiempo temblando en su cueva.

María García Torralba

Ángel Manuel Gómez Espada

 

Los sacrificios del superhéroe moderno

 

Ocasionalmente,

Arañas minúsculas recorren los parajes de nuestro cuarto de baño.

Desorientadas, dando tumbos, sin saber muy bien

Qué hacer con tanto blanco reflectante y luminoso.

Con el poder destructivo de mis zapatillas de casa

Las aniquilo. Por amor.

 

 

 

 

Penélope excluida

 

Manipula Poseidón

Los mares a su antojo,

Cierne sobre mi espera la desidia.

Con la suave brisa del Céfiro,

Tampoco hoy ha de regresar al tálamo

Quien un día nombré amantísimo esposo.

 

Que la sangre vertida sirva para algo.

Preparad mis aperos.

Regresaré a la costura.
Como de costumbre, dad

A los pretendientes cuanto quieran.

Que mi desdicha sirva para algo.

Para algo sirva tanta codicia.

Paula Mas

Donde acaba el recuerdo, comienzan mis manos.

 

Buscamos en nuestros cuerpos desnudos      

el calor de un nuevo amanecer.


Pero cuando éste llegó              

nos demostró que lo único hallado
había sido nuestros orgasmos,
cómplices del pecado cometido.
 
Los límites de tu cama
se convirtieron en límites para este deseo      

que fue celebrado por lo entrecortados suspiros de placer                                                                              que exhalaban nuestras bocas.
 
Mi piel ahora quema por los pliegues                                                                                                        

en los que la eterna yema de tus dedos                                                                                           

trazaba caminos, antes prohibidos.


Y mis suspiros se han hecho eco                                                                                                                    

de la forma de tu nombre.


Mis manos lloran tu ausencia                                                                                                                                 cuando mis ojos de miseria

no alcanzan a ver más allá de estos versos.
 
Quiero ser la última y más confortable calada de tu cigarro.                                                                             Quiero que, como éste, te enciendas en mi boca y termines en un suspiro.
Cometeremos en la noche un nuevo atentado contra la poesía.


Ven, voy a teñir tus resacas de caricias.                                                                                              Alcanzaremos la consumación del deshabito.

 

 

Prefacio ante la Nochevieja (un año más).

 

Bajo el rito absurdo de la inmovilidad

conjurábamos un año tras otro.

 

Las hojas del calendario seguían pasando pero

por alguna razón,

nosotros seguíamos pensándonos al margen de ello.

 

Tuvo que venir Cronos a recordarnos

que nada escapa a su alado yugo apresor.

 

Tuvo que venir la realidad a arrojarnos

sus verdades e insultos.

 

Escupirnos. Ultrajarnos. Desnudarnos.

 

Y una vez que se fue

no dejó nada tras su paso.

 

Un par de versos emborronados.

La certeza de la destrucción.

Y un destierro que aún nos queda por cumplir.

Héctor Castilla

 

Otra vulgar victoria de provincias,

otro pequeño premio de poesía

que ayudará a sobrellevar las próximas

semanas. Una victoria ahogada

con los dueños de un bar donde soy

algo más que un cliente.

 

Todo, para acabar volviendo a casa

en ese instante en que la madrugada

se abandona a sí misma,

tras comprobar que hay camas donde el tiempo

cuesta siempre lo mismo. Y la certeza

de que detrás de la esperanza anida

el linchamiento.

 

 

 

 

 

 

Ella usa las palabras

como navajas sobre objetos blandos,

y al volver a esta casa

alquilada, yo recuerdo que finge

ser respetable en la cola del supermercado;

 

y sé que desearía –si le fuera

posible– una voz con menos ira

que la propia, ahora

que toda la casa es sólo un sofá

con una manta que no llega nunca

para cubrir los pies.

Ambos sabemos

que escribir es fracasar como nadie

se atrevería a hacerlo.

  Y me parece

tan torpe pretender que somos libres;

sólo nos queda la costumbre:

ese hábito de no saber vivir.

Javier de Hoyos Martínez

Manifiesto: última transmisión desde el planeta de los monstruos

 

A día de hoy me opongo con firmeza y decisión y digo “no”:

Digo no al endecasílabo y al alejandrino,

Y los arrojo con desprecio a reciclar.

No a malgastar más vacío blanco por Octubre

Y su posible aspecto de enfermo hepático.

No más por esa nube despeinada

Que sí, que parece una teta pero que en verdad no.

Juro no volver hablar de lo terrible del amor,

De ese último secreto que se empo(n)za(oña)

En la mácula de tus ojos.

Pues no compro. No cash.

Juro no identificar lo emocional de mi persona, estúpidamente,

Con las inocentes gotas de lluvia que al final tienen culpa de todo,

(Por descontado queda hablar del olor terroso

Que crece tras el diluvio,

o del viento juguetón,

Que ni quiere jugar ni revolver nada.

Dejemos, de una vez, el clima en paz).

No a hablar de pájaros y jaulas. De pájaros en una jaula.

De la jaula, que es el pájaro y el pájaro, que finalmente,

Escapa de la jaula.

 

Me opongo, yo, el aquí abajo firmante,

A 13 de octubre, en esta mañana Pop

Donde el pan sigue costando 0’69 centimos

Y tan sólo Lou Reed sabe de qué habla,

Mientras Sweet Jane baila y se repite con aires proféticos

Entre los remolinos de esta resaca existencial,

A no hablar de nada en absoluto

Como acto último y revolucionario.

 

 

 

 

Tenían veinte años y solo leían mierda

 

-Bajo la tarima de este poema no hay truco ni trampa,

No hay un corazón, romántico, que esté latiendo furioso de rabia y/o amor:

No hay poema, no hay nada; con diecinueve años sólo,

La noche no pertenece a lo de arriba, negra o blanca,

No existen jamás eso que el polvo llamaba estrellas;

La noche es el enemigo que en todos lados aguarda

Con la paciencia ciega de un cadáver.

 

Joder, con diecinueve años sólo

Escribir un poema es escupir con la profundidad de un camello sobre aceras de cemento,

Es tan solo,

Llamar desde lo más alto al 112 implorando con demencia auxilio,

Esperar que lluevan las sirenas como aquellas campanas que lloraban hace años,

 

sentado y de piernas cruzadas:

primero un cigarrillo y después otro,

 

como humo, como humo,

hasta que todos se vayan.

 

Antonio Navarro Camacho

Urbanismo

 

Dime, ¿no sientes la ciudad? Hoy la

Vi. Andaba solo por un mirador

-De esos que pretenden ser naturales,

Falsos, para sosegar la conciencia-

Esa luz de la que hablan los poetas

Es ahora de bajo consumo (led)

Los astros han dejado de existir

(Mesopotamia se rasca en su tumba)

 

¿No sientes la ciudad

                                  y su aliento

Burocrático en tu nuca desnuda?

Hoy la contemplé, contemplé la extensa

belleza cribada de led barato. Bestia insaciable que tientas y juegas

Con la paciencia de Gea y la teúrgia

errónea, con la insensatez humana…

 

Ciudad (occidental), por favor, te lo pedimos:

                                No te pases.

 

 

Mandela

 

Mandela Nelson Mandela ha muerto esta noche de

Diciembre. Los medios arden, la gente

Llora, sus hijos se pelean por los

Derechos de explotación.

 

La vida sigue, constante. Los cambios

ya no existen. Fueron. Ahora son ídolos,

barnizados por el recuerdo (google),

que cimentan un presente epiléptico.

 

Nelson Mandela ha muerto. Larga vida

Al inmutable y brutal Ahora.

Manuel Pujante

La hostia y la herida

 

 

Nadie nos avisa y nunca cicatriza

la huella de la huida de la luz

cuando sólo queda un nido

de agujas que nos sirve

de cuna y nos destroza.

 

Propongo un cambio leve en la liturgia,

un apunte similar al que acompaña

al matrimonio, previo a la ingestión

del dios sin levadura:

 

Hasta que Su muerte

os separe.

Gonzaga Contreras Yáñez

 

Llevaba letras en la cabeza

orden en las manos

y sabor a cerveza

y un beso, en los labios.

 

Yo quería leerla entera

memorizar sus sabores

fundirme en ella, sin espera,

fundirnos en todos sus colores.

 

Y quería perderme en su cuello

y en sus ojos tentadores

y en esa sonrisa en que me estrello

y esa piel suave de mil flores.

 

 

 

 

 

 

Sentado al borde de nuestra última cerveza

mirando nuestra última mirada

en nuestro último bar

queriendo decir tantas cosas.

deshojando el tiempo con nuestro mirar

y hurgándome con cristales las heridas.

 

Ahogamos con alcohol nuestra ridícula fantasía,

nuestra historia retorcida

de querer y no poder,

de querer sin ser querido,

de engañar con besos al tiempo y al olvido.

 

Buscando el valor para salir y correr y no volver a mirar

no querer comerte a besos

y dibujar punto y final.

 

Terminar el autoengaño,

enterrar la absurda fábula de azoteas y momentos robados.

 

Y de repente volver,

mirarte a los ojos y oírte reír,

saborearte los labios y olerte y tocarte

y querer fracturar el tiempo por una noche más contigo.

Abisal

    fanzine

La vida que en cada cosa soy,

la vida que cede cuando toco

y arrastro,

y aquello que me llevo

ocupa el hueco justo de lo que

se me pierde en cada hálito.

 

Son de carne las ruinas que

se deshojan construyendo historia.

Mis manos, como las tuyas,

serán partícipes de la tempestad y

dejarán que sus hijos se sequen al sol

sobre la roca del progreso.

 

Olvido el perfil y la sombra,

el calor de la forma

que se funde en lo extraño

y borra mi nombre, principio de grandeza,

pues, cuanto devora,

guarda y crece.

 

La sangre de los enemigos formará

un mismo trazo oscuro con el recuerdo celeste

y moriremos tan solo

para acercarnos desde otra perspectiva.

MARTES 5:00 A.M.

 

Salir, beber, el rollo de siempre

Robe Iniesta

 

toda la puta vida igual

toda la puta vida igual

toda la puta vida igual

toda la puta vida igual

La polla records

 

Tendría que encontrar esa metáfora de las afueras

y no sé dónde encontrarla esta tarde y la hora que es ya

Diego Sánchez Aguilar

 

 

y mientras vuelvo a casa

escucho la vida como un rumor lejano

a través del estruendo

del camión de la

                           basura

Javier Temprado Blanquer

En mi bostezo caben mil mundos.

En la circunferencia metálica

de un cañón, que supongo tu boca,

no cabe más que la propia vida.

 

Y preparo café,

cierro las persianas,

doy de comer a mis recuerdos

dos nostalgias al día.

 

Y pienso que la vida no es un asunto tan grave.

 

Encuentro la violencia de lo cotidiano,

mirar por la ventana

teclear números y palabras

saberme perdido.

 

Lo subversivo de las cosas

que te matan en silencio.

Viniste montado en un revólver

como llegan las cosas que no avisan,

las cosas de la histeria y el vuelo.

 

Fui, y de repente, soy.

Y romperme las costumbres

fue un exilio de planetas.

 

Viniste montado en un revólver

y hablaste del baile

y una vieja canción sobre Septiembre,

las cosas del vértigo y la caída.

 

Y a pesar de los balazos,

las fuerzas opuestas,

el hastío de los gatos.

 

Supimos ser diana

en los días que no amanece azul,

supervivientes en la espuma

de las noches.

Manuel Torres Nieto

 

De los eleatas, siglo V a. J.C.

 

l   

 

 

son días en que el prodigio

camina unos pasos

delante tuya

como una fisura en el vacío

días en que una gota de agua

puede devanarte la cabeza

en dos partes

diferentes

idénticas

simetrías

con que el universo reemplaza

su herencia

como fantasmas siderales

como supernovas en el día de su nacimiento

en estos días

según dicen

precisamos para poder sobrevivir

de 30 kilómetros

tan solo

18 millas

arriba o abajo

para poder sobrevivir

un vacío

tan preciso

tan bien delimitado

¿nos hace eso menos nobles?

 

 

II

 

 

en efecto

existe quien precisa de tanto

movimiento

como pájaros en continuo transportarse

arrastran el cuerpo

no ya solo su cuerpo

sino aquello que se lleva

con silencio

fuego vivo en movimiento

por el borde la aguja

que es el centro mismo del universo

si te paras a pensarlo

una partícula es una nave espacial

en el desierto

un puñado de arena

instalada en los zapatos

un chacal perforando la luna

de este modo

una gota derramándose a la boca

en una fonda en Buenos Aires

 

además en Cabo Verde

un rincón del Barrio Rojo

con sus luces de color rojo

y sus prostitutas jugando a las cartas

rodando calle

abajo en una tarde en Yokohama

 

habría de saltar de una nube a otra nube

de trasatlántico a trasatlántico

para caer a este vacío tan exacto

que arrastramos desde dentro

como nebulosas hinchadas

como hormigas mirando la pared

35 kilómetros

en días como éste

literas subacuáticas

polizón milenario

18 millas

arriba o abajo

en que notar nuestro legado

unos pasos

por delante

 

III

 

si es tu cuerpo el que alimenta

casi todo lo que odio.

 

 

 

 

Entonces era sencillo

estrangular insectos

o ver caer las nubes.

La carretera de casa

conservaba aun trozos

de campo

y se escuchaban los grillos

asomarse

con miedo.

Sospechabas -supongo que lo hacías-

que era fácil hacerlo

porque la tierra era

caliente siempre

un acantilado

en carne

viva

y papá

-mamá una cerradura

partida por el medio-

una luz cansada

como la de los coches

que intuías desde el tejado

la autovía como una pista

de despegue

y un día decidiríamos

a dónde.

 

Alguien solía arañar

la corteza de los árboles

y pensabas que aquello

sería la vida de afuera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Inma Benedito Muñoz

La piel de su sombra

 

Rodeado,

De estrellas de madera,

De lunas de cristal,

De voltios volátiles,

Aislado.

 

Apaga la luz,

Pues un sujeto ajeno,

Sujeto al cuerpo propio,

Toca sus manos.

 

Tentado por el pánico,

Tentando el vacío;

Busca con palmas impalpables,

Sus manos; extraviadas en la negrura.

 

Hombre sombrío,

Ebrio de oscuridad,

Ignorando el rumbo de su azar,

Escapa de su ambigüedad.

 

Mientras, su epidermis de luto,

Escondida en la ceguera,

Siendo arrastrada hasta las escaleras,

Implora una salvación.

 

Huyendo de una sombra,

cayó por los peldaños,

y la sombra calló tras él.

 

 

 

Fr = m·N

(Fuerza de rozamiento)

 

Dame seis ruedas, o cuatro, o dos,

o las ruedas que tenga un autobús.

O simplemente no me quites las piernas

y si me las roban

cámbiamelas por ruedas.

 

Ruédate cuando no tenga sitio

y déjame rodarte cuando el barro no te deje rodar

y pararte cuando estés mareada.

Rodemos para que el ruido no nos rodee

y el reposo no nos rompa.

 

Erremos rotundas,

rondemos errantes,

una dentro de otra y otra dentro de una.

Cuando receles, te rodaré de rodillas.

Y si nada me rodea,

rodéame.

 

Por: Céfiro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Anastasia Kontratevidi

Habitación 31

 

Cuando el destino iba tras nosotros

como un demente con cuchilla de afeitar.

ARSENY TARKOVSKI

 

I.

 

Hay seis grados de desviación

entre la punta de mis dedos y el techo.

Hay voces, o lo que queda de una fiesta.

Hay lluvia, polvo y pintura desgastada.

 

Antes de todo esto estoy yo

con las pestañas que me faltan,

subrayando palabras torcidas

y alguien apaga la luz.

 

Más atrás quedan llaveros

enganchados al pie,

crujiendo mientras camino

por un parquet fino y triste

que me devuelve el insulto.

 

II.

 

Voy dejando un rastro de tinta

debajo de cada cerradura vacía.

 

Después de las cinco, el miedo

tiene un ojo verde y el otro azul,

por eso la falta de espejos

es casi como una tregua.

 

III.

 

Se ha terminado la canción.

A mi lado, en silencio, las sábanas

recorren mi columna vertebral.

 

Al otro lado de la pared,

una mujer se va desvistiendo

como quien se libera de un disfraz.

 

 

Desayuno con andamios.

 

Habrá palabras nuevas para la nueva historia

y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.

ÁNGEL GONZÁLEZ

 

Muerdes la tostada con el primer autobús

y te unes a la mañana diluida en los cristales.

Los transeúntes llevan sábanas arrugadas

de camas sin hacer, pasta de dientes en la mejilla,

niebla en los ojos que ni el café puede disimular.

 

No te acerques, no busques, no sigas los semáforos

retorcidos como algas.

Hace tiempo que no te acuerdas de las palabras

que un día escogiste para defenderte.

Quizá lo correcto sea pararse

y reinventar los labios que sobraron.

 

Las niñas envuelven las esquinas,

disfrutan de su inocencia

con un incipiente olor a carmín.

 

¿Subes?

Los escalones te invaden de dos en dos.

Las palomas tampoco saben de subsuelo

y las nubes hacen de tope imaginario.

 

Hundes la cuchara en calor,

y destierras el descubrimiento,

al menos hasta que se apaguen los bares.

 

Mientras, casi sin quererlo,

 

la ciudad sigue centrifugando.

 

Antonio M. Moreno

El club de los poetas muertos

 

El único profesor

de todos los que tuve

durante mi etapa escolar

que se subió a una mesa

fue Don Andrés.

Lo hizo una tarde,

estando solo,

cuando todos los niños nos habíamos marchado ya,

justo antes de ahorcarse

con los cordones de sus zapatos.

 

 

Sólo sé

 

Siempre me gustaron las bibliotecas.

Tanto o más que las iglesias.

En general, todos aquellos lugares

en los que no fuese necesario hablar

se han encontrado siempre entre mis favoritos.

Porque estando así, callado,

no sale por mi boca todo lo que no sé.

Porque así, oculta detrás de mis silencios,

pasa casi desapercibida

y de puntillas, tras mi sombra,

mi infinita ignorancia.

 

 

 

 

 

 

 

Ignacio Martín Lerma

Declaración

 

Cómo quisiera un día demostrarte

que en las páginas blancas

del libro de mis noches

está escrita la esencia de tu nombre.

 

Cómo quisiera un día que supieras

que tú eres solamente mi respuesta,

no pregunta,

que eres todo mi hallazgo

y no su búsqueda.

 

En el papel intento reflejar

todo el significado de tu nombre,

pero por más que trato de lograrlo

ya no puedo escribir después de conocerte,

sólo puedo vivir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Última noche

 

-Rózame- me dijiste,

sin decir que iba a ser la última vez.

 

-Acércate- susurraste,

mas tu voz silenciaba

las sílabas del olvido.

 

Ahora ha estallado el mundo

-a tu manera-

y súbitamente ha vuelto incertidumbre

esa parte de mí que aún te persigue.

 

Quedó mi presente sin futuro.

Me convertí en suicida al borde de un abismo.

 

 

 

 

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